El gran problema es que hay líderes que en vez de regenerar las situaciones hacen que las cosas se compliquen cada vez más y de esa forma no solo generan conflictos sino que degeneran los que ya existen.
¿Cuál crees que es la cualidad más importante de un directivo en una gran empresa? En mi opinión saber ser un gran negociador. ¿Qué otra cosa hacemos a lo largo de nuestras jornadas que sea más importante? En la casa, en el trabajo, en la calle, siempre estamos negociando para solucionar los conflictos que se presentan. La negociación es la mejor herramienta para resolver diferencias. En el consultorio, el médico, quizá, requiera entender que ser un líder es parte de su rol, es decir, verse como alguien que diagnostica, pronostica, propone un tratamiento y controla el proceso de curación hasta su finalización de un grupo de seguidores.
El gran problema es que hay líderes que en vez de regenerar las situaciones hacen que las cosas se compliquen cada vez más y de esa forma no solo generan conflictos sino que degeneran los que ya existen. Muchas veces, esto ocurre, por desconocimiento de las propias competencias personales, inadecuado uso de las relaciones, falta de comprensión de los procesos y temor a involucrarse, entre otras razones. Un líder puede ser una persona que inspire al éxito o al fracaso, o en el peor de los casos, ni siquiera llegue a inspirar. El medico y/o el paciente, pueden aferrarse a sus estereotipos y prejuicios y desde allí construir una relación conflictiva sustentada en una realidad creada en base a sus características personales, problemas y valores.
Dentro de la relación médica, interpretar lo que está pasando a partir de la lectura de los comportamientos, desarrollar un adecuado sentido de la observación agudizar el instinto de la sospecha pueden ser la mejor herramienta. El médico debe saber, que a medida que su paciente es visto como espectador, este se va sintiendo menos participe en los logros, va aumentando su vulnerabilidad, crecen los conflictos y el tratamiento es menos efectivo.
Un líder no solo deberá interpretar lo que se ve, sino también lo que no se ve, es decir, necesita establecer criterios de sospecha que le hagan mirar e indagar en aquellos lugares en los que en una comprobación rutinaria y lógica no se miraría nunca y sobre todo no deberá dejarse llevar por los “engaños” que los propios intereses y conflictos crean para ocultar la que verdaderamente sucede. Frases como “no te preocupes”, “cálmate” “no exageres”, son ejemplos comunes de estos engaños: ocultan que hay una falla en la relación que hace que el paciente se sienta desconfiado, temeroso o incomprendido. Un buen médico no solo se guía por las pistas evidentes sino que sabe seguir caminos alternativos y hacer lecturas más sofisticadas.
Un proyecto grande y exitoso como la maternidad requiere de un líder inspirador que oriente al paciente, haciéndole descubrirse como jugador estrella como protagonista. Un buen líder crea un equipo de trabajo altamente motivado, en el cual los colegas, los familiares y la paciente llevan un proyecto con una visión compartida, riesgos controlados y conductas valientes. Donde cada quien es líder de una parte del proceso. Lograr este clima, no solo mejora las condiciones sino que establece un ambiente de comodidad y confianza que promueve la fluidez de la comunicación, sentimientos de bienestar, seguridad y felicidad que redundaran positivamente en la consulta tanto para los líderes como los seguidores.
El autoliderazgo es la esencia del liderazgo. Se apoya en conocerte a ti mismo y en buscar asesoramiento fiable. Supone comprender la visión que tienes para ser líder, cual es el propósito que te estimula y los valores que te facultan. El autoliderazgo es el conjunto de habilidades con que contamos, para utilizar los propios recursos, competencias, habilidades y destrezas con el fin de dominar nuestros impulsos, lograr el equilibrio, comprenderse y aceptarse a sí mismo y a los demás, adaptarse a los cambios y desarrollar vías de acción que permitan alcanzar sus metas.
Ejercemos el autoliderazgo cuando:
Estamos convencidos de nuestros valores, porque ellos revelan quienes somos realmente.
Tenemos la posibilidad de elegir y esas elecciones son la fuente de nuestro poder.
Decidimos los criterios de logro y aprendemos de nosotros mismos. La idea es el aprendizaje continuo.
Asumimos el riesgo de comenzar conversaciones valientes, que nos mantienen en un dialogo sincero y creativo donde se expresa lo que sentimos y pensamos.
Escogemos un consejo o sistema de apoyo que nos da soporte durante el proceso. Creamos un plan b antes de terminar el a.
Aceptamos el control. No nos convertimos en víctima. Tomamos las decisiones que sean importantes y necesarias en base a prioridades y oportunidades.
Contamos con un inventario de los atributos personales que se adhieren a los cambios y de los que se resisten a ellos. Reconocemos nuestras fortalezas y restricciones.
Psic. Zoraida Mendoza